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viernes, 2 de junio de 2023

Que nuestro centro sea nuestra periferia

En el presente texto trataré el tema de la extensión universitaria desde una perspectiva sociocrítica. Es fundamental tener en cuenta que mis contribuciones se basan principalmente en enfoques teóricos, en lugar de estar respaldadas por experiencias personales o profesionales. Por tanto, reconozco la insuficiencia y limitación de los planteamientos aquí esbozados, pero también rescato la importancia de aportar a la discusión en el marco del actual diálogo nacional sobre la educación superior en Colombia. 

La principal división, en términos de conocimiento, sucedió con la escisión de la teoría y la práctica. El pensamiento teórico, el mundo de las ideas, no existe separada del plano objetivo; sin embargo, ambos planos fueron distanciados por un foso continuo y esencial. Esto ocurrió con privar al ser humano de los bienes y medios de producción. También se le privó del proceso teórico de producción y la mayoría fueron relegados a asuntos meramente prácticos, manuales. La unidad entre práctica y teoría se rompe con la nueva lógica de producción y consumo. 

Una clase social se erigió, entonces, como poseedora no solo de los bienes (materiales, inmateriales) y medios productivos. También sustrajo para sí las ideas como bienes de producción. Aparecen los aristócratas griegos, dedicados a teorizar y contemplar el mundo, a la vez que poseían riqueza cultivaban el ocio para sí mismos disfrutando los placeres espirituales de la música y la poesía. Su educación elitista estaba orientada al cultivo de la virtud griega de saber gobernar, mientras los esclavos eran obligados a labores exclusivamente prácticas. No es un dato menor que el término escuela provenga del griego skholè, que significa ocio, tiempo libre. 

No obstante, las familias campesinas y los colectivos de artesanos lucharon hasta la muerte exigiendo no solo un sistema político basado en el pueblo, sino también una educación similar a la recibida por los hijos de la élite griega. Nace así la educación pública.

La universidad pública emerge de esta tensión histórica, iniciada en la sociedad griega y concretada en el medioevo europeo. En su interior también se crea y reproduce una división de clases que perdura hasta la fecha en relación al conocimiento.

Mientras existen docentes investigadores renuentes a enseñar; muchos catedráticos prefieren dedicarse a la enseñanza sin investigación, carecen de incentivos. Lo mismo que abundan directivos expertos en administrar y sólo regir; son las rectorías del ego con vocación vitalicia. Su gestión se sintetiza en la frase la universidad soy yo. Considerando que pretendo abordar esta problemática en otro momento, deseo destacar que a partir de la ruptura de la unidad dialéctica entre práctica y teoría surge otra de las misiones institucionales asociada a la enseñanza y la investigación: la extensión universitaria.

El término extensión proviene del latín extensio y significa acción y efecto de hacer que ocupe más espacio. Según la RAE, es la medida del espacio ocupada por algo, es la capacidad de algo para ocupar una parte del espacio. Junto con lo anterior, usando palabras de Paulo Freire, podríamos afirmar que la extensión universitaria es una invasión académica y cultural, una colonización epistémica. En las universidades se teoriza y en las comunidades, como en los laboratorios, se practica. Los docentes y/o estudiantes extensionistas son los transmisores del saber.

El docente e investigador uruguayo José Agustín Cano Menoni, en su artículo La extensión universitaria y la universidad latinoamericana, refiere la existencia de dos tipos de extensionismo. El rural de carácter estatal, promovido por EEUU, y el extensionismo universitario, de origen europeo.

Respecto al primero, un extensionismo transferencista positivista, es conocida la denominada Revolución Verde. Su apuesta era esencialmente contrainsurgente, un paredón a los movimientos revolucionarios de la región. Este tipo de proyecto social -desarrollista- devino en una priorización exagerada del vínculo empresa-universidad, de igual manera, promocionaba la competencia, la productividad y las ventajas comparativas; todo esto a partir del paradigma neoconservador “sociedad del conocimiento”.

Por su parte, la extensión universitaria latinoamericana -de ascendencia europea- fue ampliamente influenciada por el movimiento estudiantil de Córdoba y las demás luchas políticas del continente. Su apuesta, centrada en la organización y la politización, se reconocía como una extensión de tradición crítica.

Con el tiempo, a partir de la contradicción modernización-conservadurismo, ambas corrientes se tensaron y traslaparon en algunas coyunturas de nuestra historia latinoamericana. Al final, la extensión terminó plegada a la lógica mercantilista, a los rankings, a las relaciones de competencia que proponía la nueva racionalidad del capitalismo académico y a la concepción corporativista de universidad.

¿Qué caminos alternativos trazar frente a este corporativismo neoconservador de la extensión universitaria? Propongo tres rutas incompletas y aproximadas, pero necesarias para abrir la discusión.
  1. Transformación comunal en lugar de extensión: sustituir el carácter colonizante del término extensión por el de transformación comunal. En el entendido de fortalecer la capacidad de generar conocimientos -ya existentes en las comunidades-, estimulando la capacidad de cuestionar, de analizar y probar posibles soluciones para sus propios problemas. Una persona no puede aprender el conocimiento de otra, sólo puede crear el suyo propio. De manera que debemos transformar esta función misional de la Universidad pública desde el territorio. Una apuesta por reconciliar la práctica y la teoría como una unidad dialéctica que sea inescindible desde el trabajo en y con las comunidades. Que nuestro centro sea nuestra periferia.
  2. Transformación comunal en y con movimientos sociales: a partir del lema que nuestro centro sea nuestra periferia, se tenderá a la disolución de la frontera entre lo universitario y lo no universitario; a su vez, se promoverá la articulación de los saberes ancestrales con los denominados conocimientos científicos. Estableciendo en los territorios las universidades populares o universidades obreras, buscando que la universidad esté ligada a las contradicciones sociales de clase, tal como sugiere el arquitecto brasileño Sergio Ferro. Así como pretender el establecimiento de programas universitarios de aula abierta para comunidades populares de nuestra periferia urbana y rural, centrados en las problemáticas y necesidades de dichos territorios. Existen en la región claros ejemplos, como la Escola Nacional Florestan Fernandes, vinculada al Movimiento Sin Tierra (MST), en Brasil; así como en la Universidad de la República de Uruguay (UdelaR). También, sería necesaria la integración curricular a nivel posgradual, por ejemplo, creando especializaciones o maestrías de desarrollo campesino y/o popular, mediante residencias agrarias, tal como llevó a cabo el Ministerio de Desarrollo Agrario brasileño, en el año 2007. Experiencias que también comparten universidades mexicanas, cubanas, argentinas y también la Universidad UdelaR.
  3. Promoción de economías solidarias: la propuesta alternativa al modelo hegemónico del corporativismo universitario debe partir del territorio. Refundar la tecnociencia en diálogo con los saberes ancestrales y respondiendo a las necesidades de sectores menos favorecidos. Existen ejemplos destacados de emprendimientos cooperativos en el Cono Sur, como lo evidencian distintos autores, quienes sistematizaron experiencias en Uruguay, Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de Mar del Plata, Universidad Federal de Paraná y Universidad Nacional de Asunción, Paraguay, entre otras. 
Es así como a través de la transformación comunal, se busca no solo resistir la mercantilización de la educación superior, sino también superar la invasión cultural del centro sobre la periferia y unificar la práctica con la teoría. Reconociendo que el conocimiento metódico es el mayor avance de la racionalidad humana, la ciencia debe estar al servicio de la paz, de la humanización de las relaciones entre los seres humanos y, desde la investigación y las interpretaciones teóricas, deberá contribuir a la disolución de las contradicciones sociales indeseables.

jueves, 15 de diciembre de 2022

Podcast - Conocimiento ancestral, ciencia y racismo

Si la espada y la cruz se utilizaron para conquistar a nuestros pueblos aborígenes, a punta de sangre y rezo, ¿podríamos decir que con la universidad la conquista se realizó a punta de ciencia? Escuchemos a Jessica Torres, docente peruana, quien también nos habla sobre su experiencia personal frente al racismo cultural en Perú. 

El Perú es un país con una rica historia y cultura, con una gran cantidad de conocimiento ancestral que sigue siendo valioso y relevante en la actualidad. Sin embargo, también es un país que ha sufrido y sigue sufriendo de racismo.

El conocimiento ancestral del Perú incluye una gran variedad de saberes y prácticas, desde la agricultura y la medicina tradicional hasta la arquitectura y la cosmovisión. Muchos de estos conocimientos son fruto de siglos de experimentación y observación, y han sido transmitidos de generación en generación. Sin embargo, a menudo, son ignorados o subestimados por la ciencia occidental, lo que lleva a su marginación y desaparición.

La ciencia occidental también ha sido utilizada como herramienta para justificar el racismo y la discriminación en Perú. Durante muchos años, se ha utilizado para justificar la opresión de poblaciones indígenas, basándose en teorías científicas racistas que afirmaban que estas poblaciones eran inferiores.

Es importante reconocer que el conocimiento ancestral del Perú es valioso y merece ser estudiado y valorado en igualdad con la ciencia occidental. Además, es necesario trabajar para desmantelar el racismo y la discriminación en nuestra sociedad, y para construir una ciencia más humana y justa.