La evaluación escolar es un tema polémico que ha sido ampliamente debatido en la literatura. En el artículo “
La evaluación y la autonomía curricular para una educación de calidad”, publicado hace catorce años, sin que por ello pierda vigencia, la autora Carmenza Sánchez Rodríguez argumenta que la evaluación configura nuevos sentidos y significados sobre la educación y refleja las visiones de mundo de los grupos hegemónicos. Además, Sánchez Rodríguez cuestiona la validez de las pruebas masivas y sus implicaciones políticas y éticas en relación con los resultados de las pruebas y su impacto en la vida de los individuos y las instituciones.

Las pruebas masivas suelen partir del supuesto de que todos aprenden de la misma manera y que las diferencias sociales, culturales y económicas son superables a través de ellas. Sin embargo, la validez de estas pruebas es cuestionable, ya que no permiten evaluar adecuadamente el conocimiento y no pueden discriminar entre aquellos que tienen conocimiento y aquellos que no lo tienen. Además, las pruebas masivas solo pueden evaluar aspectos fácilmente verificables y cuantificables, lo que significa que no pueden evaluar valores, actitudes, innovación y creatividad.
La autora también critica la objetividad y neutralidad que se busca en las pruebas masivas y argumenta que no es posible realizar una evaluación “a salvo de la subjetividad” del evaluador y del evaluado. Esto significa que los resultados de las pruebas no reflejan adecuadamente el proceso de aprendizaje y la formación de los individuos.
La evaluación escolar es un asunto político y ético que debe ser considerado cuidadosamente. Es importante cuestionar la validez y las implicaciones de las pruebas masivas y buscar alternativas que reflejen de manera adecuada el aprendizaje y la formación de los individuos. La evaluación debe ser un proceso justo y equitativo que tenga en cuenta la diversidad y la equidad, y no una herramienta para clasificar y estigmatizar a los individuos y las instituciones.
Para terminar, la evaluación debe estar articulada con los fines de la educación, de lo contrario su práctica será siempre fetichista, adquiriendo mayor importancia sobre el conocimiento, sobre el aprendizaje, convirtiéndose en dispositivo político de manipulación. En palabras de la autora: “La discusión sobre la evaluación no se puede dar al margen de los fines y propósitos de la educación, pensarla como una práctica independiente es limitar su comprensión y distraer la atención en asuntos técnicos, conllevando a la invisibilidad de sus implicaciones éticas y políticas”.
(Escuchen el siguiente episodio de Deseducar Críticamente Podcast Educación, titulado Las evaluaciones estandarizadas desde la visión educativa de Paulo Freire).